El cuidado de los padres en los menores de edad durante su infancia es trascendente para fomentar las buenas conductas y alejarlos de la posibilidad de abandonar su casa o delinquir, situaciones que tienen mayor probabilidad cuando los infantes son víctimas de experiencias adversas como: abuso sexual, violencia intrafamiliar, separación de padres o presenciar hechos delictivos, señalaron psicólogas en el Día del Niño y la Niña que se celebra cada 30 de abril.
Dulce María Judith Pérez Torres, psicóloga social y doctora en pedagogía de la UPAEP, explicó en entrevista con El Sol de Puebla que los padres o tutores de los infantes juegan un rol fundamental en su vida, puesto que son la primera fuente de socialización y marcan un parteaguas en la forma como se desenvolverán cuando sean adolescentes y adultos.
Por su parte, la maestra Mónica Lorena Palafox Guarnero, coordinadora de los posgrados en psicología de la Ibero Puebla, relató que el desarrollo pleno del menor se ve afectado cuando se enfrenta a situaciones o experiencias que lo angustian, estresan o asustan, teniendo efectos negativos a corto, mediano y largo plazo.
Ante esto dio a conocer algunas de las circunstancias bajo las que los menores se ven sobrepasados y truncados emocionalmente en pleno desarrollo, entre las cuales se encuentran el abuso sexual, la violencia intrafamiliar, la separación de los padres, presenciar hechos delictivos, contar con un familiar en la cárcel o depender de alguien enfermo.
Subrayó que los infantes se angustian mucho cuando ven que su mamá es violentada, porque se trata de la persona de la que dependen completamente durante la infancia, que según la teoría del psicólogo Jean Piaget, va de los 0 a los 11 años.
La maestra ahondó en que las situaciones adversas tienen efectos a corto plazo. A nivel cognitivo, los niños y las niñas pueden tener una trayectoria escolar baja, avance lento en la escuela, alteración en el desarrollo de su lenguaje y complicaciones para respetar las normas. En el tema de salud podría presentar dificultad en la incontinencia urinaria durante la noche, exceso en las hormonas del crecimiento y desarrollo de huesos.
En lo que respecta a lo emocional, los niños y las niñas pueden volverse agresivos, ansiosos o temerosos, porque han crecido con este tipo de conductas en su familia. De igual forma son propensos a padecer depresión.
A mediano plazo pueden tener dificultades para resolver situaciones de la vida cotidiana y replicar las conductas que vieron en casa, así como ser rebeldes.
Lo llamativo es que cuando los menores de edad vivieron alguna de las situaciones adversas a la niñez que anteriormente se mencionaron de manera muy frecuente, son propensos a cometer crímenes o abandonar sus hogares, de acuerdo con las especialistas.
Cuestionada sobre cuáles son los factores que determinan si el niño o la niña replican o no las situaciones que aprendió de menor, Dulce María Judith Pérez Torres respondió que las experiencias significativas o vitales a lo largo de la vida influyen mucho y pueden ser una alternativa para no repetir los patrones de la infancia.
Esto se da cuando hay contacto con familiares lejanos, amigos o compañeros de trabajo que muestran otras conductas, situación que abre el panorama y la posibilidad de cambiar. No obstante, si todos los círculos cercanos replican las situaciones adversas es más difícil y las probabilidades disminuyen.
Ambas especialistas en temas relacionados a la mentalidad comentaron que involucrar a los menores en tareas con dificultades de acuerdo a su edad y avanzar gradualmente, así como hacerlos parte de las tareas del hogar e irles delegando responsabilidades, son algunas de las acciones que fomentan el desarrollo pleno en los menores.
De igual forma, tienen efectos a corto, mediano y largo plazo, lo que da como resultado adultos capaces, independientes, con menos probabilidades de caer en conductas indebidas, peligrosas o fuera de la ley.
Es importante mencionar que según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2020 se tuvo el registro de que un millón 904 mil 846 niños y niñas vivían en la entidad, de los cuales un millón 418 mil 411 se encontraban en ese año en el rango que Piaget señaló como la etapa de la infancia, que abarca de los 0 a los 11 años.
De ese universo, 108 mil 424 tuvieron menos de un año; 111 mil 628, dos años; 119 mil 231, tres años; 120 mil 523, cuatro años; 121 mil 208, cinco años; 115 mil 703, seis años; 120 mil 51, siete años; 125 mil 114, ocho años; 116 mil 474, nueve años.
En los últimos dos rangos de edad, de 10 y 11 años, los números fueron los siguientes: 126 mil 407 y 114 mil 675, respectivamente.