Eran las 4:30 de la tarde cuando la calma de un conjunto residencial en la colonia Santa Cruz Guadalupe, San Andrés Cholula, se quebró con una intrusión tan discreta como letal. No hubo saltos por bardas ni forcejeos en el zaguán. Fue algo mucho más frío: clonaron la frecuencia del control remoto del portón, ingresaron en una camioneta Ford Territory negra con placas del Estado de México, y se adueñaron del lugar como si fuera suyo.
Una vez dentro, el escenario fue desolador. Dos casas saqueadas, una mascota brutalmente agredida y un adulto mayor hospitalizado por un infarto. El crimen no dejó solo pérdidas materiales: dejó miedo, impotencia y la sensación de que la seguridad, incluso tras un portón eléctrico, es solo una ilusión.
Según grabaciones de cámaras de seguridad, los delincuentes analizaron cada paso. Uno descendió vestido con mezclilla, camisa rosa y gafas marrón; tocaba los timbres de las viviendas que aparentaban estar vacías. Tras detectar dos objetivos, forzaron las chapas y entraron sin reparos.
Dentro, robaron aparatos electrónicos, dinero en efectivo y no dudaron en usar la violencia: golpearon repetidamente a un perro, que tuvo que ser atendido en una clínica veterinaria. En otra casa, un adulto mayor sufrió un infarto, presuntamente por el estrés causado al escuchar los ruidos del atraco.
Los ladrones escaparon como entraron: accionando el portón con un dispositivo clonado, según muestra el video captado al salir. Un técnico especializado confirmó la posibilidad de que los delincuentes hubieran copiado la señal del control desde días atrás.
🧠 ¿Quién vigila detrás del portón?
Este caso es una radiografía de los nuevos métodos delictivos: inteligencia tecnológica al servicio del crimen, donde los muros ya no detienen, los candados no espantan y el confort residencial es blanco fácil.
Y lo más inquietante: los delincuentes no solo buscan bienes, también irrumpen en vidas, emociones, hogares.
¿De qué sirve un fraccionamiento con acceso controlado si la señal se puede robar desde la acera?
La seguridad hoy requiere más que cercas; requiere comunidad, vigilancia real y actualización constante de nuestros sistemas de protección.