A pesar de los incrementos históricos al salario mínimo, la distribución salarial en México se ha deteriorado con respecto a sus niveles previos a la pandemia, indica un reporte de BBVA Research. A medida que el mercado laboral ha recuperado sus puestos perdidos por las afectaciones de la emergencia sanitaria, también han crecido los puestos de trabajo de baja remuneración.
“Respecto a febrero de 2020 se han incorporado 2.2 millones de personas a la Población Ocupada (PO). Los trabajos de hasta 1 salario mínimo crecieron 6.6 millones de trabajadores, en contraste, se han perdido 2.8 millones de empleos de 2 a 3 salarios mínimos, 1.4 millones en el rubro de 3 a 5 salarios mínimos y 688,000 trabajadores que ganan más de 5 salarios mínimos”, destaca el reporte.
Luis Felipe Munguía, presidente de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), ha explicado que ha medida que incrementa el salario mínimo, en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) se va reportando un aumento de personas en los perfiles salariales más bajos. Por ejemplo, una persona que ganaba 10,500 al mes en 2021 se ubicaba en el rango de entre 2 y 3 salarios mínimos, al subir la referencia en 2022 ahora se encuentra en el rango de uno a dos salarios mínimos.
Sin embargo, el análisis de BBVA Research muestra que mientras la población ocupada que percibe hasta un salario mínimo ha crecido en 6.6 millones de personas, la disminución acumulada en el resto de los rangos salariales es de 5.3 millones de puestos de trabajo.
“Los incrementos al salario mínimo han sido relevantes para recuperar su poder adquisitivo, pero vemos improbable que tengan efectos negativos sobre la inflación, por el deterioro de la distribución salarial”, se resalta en el análisis.
En ese sentido, la masa salarial en México se encuentra por 3% por arriba de su nivel pre-pandemia, pero este crecimiento está vinculado con una creación más fuerte de oportunidades laborales con ingresos de hasta un salario mínimo. “La recuperación del mercado laboral se ha caracterizado por la generación de empleos de baja remuneración y la pérdida de empleos de más de 2 salarios mínimos”, puntualizan los analistas David Cervantes y Christian Admin De la Huerta, autores del reporte.
Desde 2019 el salario mínimo ha tenido incrementos históricos como parte de la nueva política de recuperación salarial. Con los últimos tres ajustes, la referencia ha pasado de 88.36 a 172.87 pesos diarios en todo el país, con excepción de la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) donde el piso mínimo de remuneración es de 260.34 pesos.
Reconocen aumentos en el salario mínimo
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), México lidera en la región los incrementos reales en los salarios mínimos y a pesar de los efectos negativos de la inflación sobre estos, es una de las cinco economías de la región donde se observaron aumentos reales en el salario mínimo a pesar de los aumentos históricos en los precios. Sin embargo, en el resto de la región la realidad fue distinta.
A nivel regional, destaca el organismo internacional, la inflación observada el año pasado afectó en mayor medida a los salarios mínimos de la zona, pues desde 2018 tenían una evolución positiva por un contexto de aumentos de precio controlados, pero en 2021 esa tendencia se rompió.
“En particular, la caída del poder adquisitivo de los salarios mínimos está asociada a la trayectoria creciente de la inflación, dado que los ajustes se suelen basar en la inflación pasada. El promedio de la variación de los salarios mínimos reales a nivel regional tendió a desacelerarse en el segundo semestre de 2020 y a ser cada vez más negativa en 2021, a medida que incrementaba la inflación semestral”, señala la Cepal en su nuevo informe Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe, elaborado en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para este año, los organismos internacionales prevén que la acelerada inflación pueda tener consecuencias negativas para los mercados laborales en dos vías. El primer impacto podría reflejarse en una generación lenta de empleos por el incremento de los costos globales para las empresas; el segundo, en un deterioro mayor del ingreso real de los trabajadores, “lo que podría desestimular el proceso de recuperación de la participación, sin mencionar su efecto sobre la capacidad adquisitiva y el bienestar”.