La pitahaya está considerada como una de las frutas más caras y exóticas del mundo. Muy pocas personas saben que esta fruta, que se produce en varios estados del país, también se da en Puebla, en Xochitlán Todos Santos. Su importancia era desconocida por los pobladores, quienes desde hace años la tienen en su traspatio como algo común. El año pasado cobró relevancia, gracias a la intervención de una especialista que les informó de las bondades económicas de cosecharla.
Las personas se han organizado y asisten a talleres de capacitación para hacer de esta actividad un modo de vida, uno que termine con su pobreza, al grado de que ya albergan sueños de desarrollo de parcelas y hasta de exportación.
Por tratarse de una de las frutas más caras del mundo, se pensaría que la gente de Xochitlán (siete mil habitantes hasta el 2020) tiene altos ingresos y una condición económica solvente, pero no es así.
Es por ello que esta fruta ha llenado de ilusiones a los pobladores, quienes han tomado capacitación y se han unido entre ellos para darle una mejor producción a este fruto. Su meta es que la economía mejore y que las futuras generaciones ya no tengan necesidad de emigrar para tener una mejor calidad de vida.
Lucía Luna y Nicolás Valiente recientemente cumplieron 33 años de casados, pero su unión se fortaleció desde que tomaron capacitaciones y desde que trabajan juntos para producir las pitahayas. Desde niños la vieron en sus hogares, era algo cotidiano, pero no tiene mucho que iniciaron formalmente con su rescate.
«Era un fruto prácticamente olvidado (…) desde hace 20 años le pusimos más empeño a su producción, pero a partir de septiembre del año pasado todo cambió, tomamos capacitaciones, nos abrieron los ojos para mejorar”, comentaron.
La señora Luna explicó que antes esperaban que este fruto se diera “a la voluntad de Dios”, pero hoy en día ya aprendieron a cuidarlo para que su producción sea más efectiva y rentable. Es decir, que se sean más frutas, más grandes y con mejor sabor. Todo esto lo han logrado con poda, foliación, fumigaciones naturales, el uso de fertilizantes naturales y control de las plagas.
“En mi vida la pitahaya representa muchas cosas, cuando mis hijos estaban pequeños de ahí tuvimos un apoyo económico, ahora yo soy tutora de un nieto y quiero que él vaya aprendiendo. Esta fruta nos hace pensar que hay un fondo económico bastante bueno, solamente que éramos ignorantes de ello”, comentó Lucía.
Su reto ahora es pasar del traspatio a campo abierto. Pues creen que al ser ya mayores de edad es la mejor oportunidad para seguir la generación de ingresos. “Es nuestra solvencia económica y nuestra forma de auto-empleo. (En ello) está puesta nuestra esperanza y nuestra fe”, concluyó.
Pilar Ramos es otra de las productoras de Xochitlán. Ella, como la mayoría de los habitantes de este municipio, tiene pitahayas en su patio. Empezó a dedicarse a esto porque sus papás la sembraron y para que no se perdiera la tradición decidió continuar con el legado.
Es la única de su familia que se dedica a la fruta del dragón (su figura se asemeja a la cabeza de este mítico animal), las vende desde hace 40 años y por kilo cobra 55 pesos. Ella aceptó que es una fruta cara, pero pese a esta situación, el avance de su economía no ha sido tan visible por el coyotaje (reventa).
“Esta fruta me ayuda mucho porque soy soltera, nunca me casé y de esto que me dejaron mis papás, vivo (…) nosotros somos los primeros vendedores y no sabemos si las revenden y cuánto cobran después (…) son tres cortes al año y no en todos nos quieren comprar la fruta al precio que es”, compartió.
Lucrecia Castillo también compartió su historia. Al igual que los otros productores, siempre había tenido esta “fruta escamosa” en su hogar, pero fue hasta hace poco que decidió capacitarse para lograr mejores rendimientos en su pequeña huerta.
Está agradecida con la pitahaya porque gracias a su venta ha podido mantener a su madre, quien ya es una mujer de la tercera edad. “Esta fruta nos ayuda mucho a nosotros los campesinos, a veces no hay de dónde ganar y con lo poco que juntamos podemos salir adelante (…) vienen muchas personas de otros lados a comprarla, pero hay muchas otras que no saben que se da aquí, en Puebla, en Xochitlán”, agregó.
En meses recientes ha crecido el interés de personas y vendedores por adquirirla. Ella oferta en 60 pesos el kilo y pese a su alto precio, “va al día”. Lo que gana por su comercialización apenas le ayuda en sus gastos necesarios. Al igual que Pilar, cree que los mayores beneficiados son los coyotes, quienes la venden más cara en mercados de grandes ciudades o ellos son los que exportan.
Marcos Carrasco hace dibujo artístico en Xochitlán, su talento fue heredado por su familia y este talento hizo que se fuera por varios años del país. Vivió en Nueva York, pero sentía que tenía que regresar por algo grande a Puebla. Hoy sabe que fue por la pitahaya.
Actualmente se dedica al campo, produce pitahaya y es el vocero de los campesinos que se unieron para aprender más sobre los cuidados que necesita este fruto. Explicó que el año pasado, Silvia García Cruz, una asesora técnica de la Cadena Pitaya/Pitahaya, de la Secretaría de Desarrollo Rural, llegó al municipio para darles una capacitación.
Se enamoraron tanto de esas enseñanzas que, tiempo después, por cuenta propia, los interesados se unieron para seguirse ayudando y este apoyo avanzó un escalón más cuando decidieron crear una huerta de alta producción. Su sueño es que algún día puedan exportar y que ya no tengan que recurrir al coyotaje.
El grupo está conformado por 27 integrantes, productores que tienen desde los 18 años hasta los 65 años de edad. Ellos decidieron crear un comité de la pitahaya, aún no tiene nombre, pero ya se están organizando para crear una asociación. Había personas que se conocían desde hace años, pero no se hablaban y gracias a la pitahaya hoy son amigos.
“Es una fruta que ya nos cayó el veinte que tiene un gran valor adquisitivo (…) organizados salimos adelante más rápido, desde septiembre del año pasado a la fecha hemos venido trabajando en campo, ya aplicamos nuestro conocimiento, ya tenemos esquejes y la visión es que se explote este fruto nativo”, indicó.
Cada sábado se reúnen en un terreno a las afueras de Xochitlán. Ahí están alrededor de 27 a 30 esquejes, es decir, tallos de pitahayas que fueron sembrados en esta zona para reproducirse. Además, cuentan con un vivero en donde está el proceso de enraizamiento. Están más unidos que nunca para que se conozca esta fruta y que se sepa que orgullosamente es nativa de Xochitlán Todos Santos.
Por su parte, la ingeniera agrónoma Silvia García Cruz, trabajadora de la Secretaría de Desarrollo Rural, compartió en entrevista que la pitahaya es noble, no necesita mucha agua, es resistente a los climas intensos y se ha adaptado muy bien a estas tierras. En Xochitlán Todo Santos se produce la pitahaya amarilla, rosada, blanca y la solferina. La fruta es además muy valiosa para la salud, pues es fuente de antioxidantes naturales, ayuda a reducir los dolores del cáncer y las afectaciones de la diabetes.
Otros de los municipios poblanos que la producen son Huitziltepec, Tepexi de Rodríguez y Molcaxac, todos de la misma región.