La NASA atraviesa uno de los momentos más delicados de su presencia en Marte tras perder el contacto con MAVEN, el orbitador que desde 2014 ha sido una pieza clave tanto para la investigación científica como para las comunicaciones interplanetarias. El silencio de la nave, registrado el 6 de diciembre luego de una maniobra rutinaria detrás del planeta rojo, ha encendido las alarmas en el equipo de operaciones, que trabaja contrarreloj para recuperar la señal.
Hasta antes de la anomalía, todos los parámetros telemétricos sugerían un funcionamiento estable. MAVEN emergió de la ocultación marciana según lo previsto, pero la Red de Espacio Profundo no logró detectar la señal portadora que debería anunciar su reaparición. El pasado 9 de diciembre, la NASA confirmó que el orbitador seguía sin comunicarse y que se habían activado los protocolos de contingencia: barridos de frecuencia, intentos de envío de comandos a ciegas y análisis de las posibles causas del fallo. Por ahora, no hay un diagnóstico definitivo, aunque el equipo mantiene la esperanza de restablecer el vínculo.
La pérdida temporal de contacto con una sonda en Marte no es un hecho inédito, pero en el caso de MAVEN, las implicaciones van más allá de la ciencia atmosférica. El orbitador cumple un rol vital como repetidor de datos para los rovers Curiosity y Perseverance. Su antena UHF actúa como enlace intermedio entre la superficie marciana y los centros de control en la Tierra. En la práctica, MAVEN es uno de los “nodos” principales de la red de comunicaciones marciana, por lo que su silencio reduce la capacidad y la eficiencia del sistema. Hasta que la nave vuelva a transmitir, los flujos de información desde el cráter Gale o el delta del Jezero serán más lentos y menos frecuentes.
¿Cuáles son los problemas de comunicación de la NASA con sus sistemas?
Aunque la flota alrededor de Marte es numerosa, su estado no es ideal. El Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), operativo desde 2006, continúa funcionando más allá de todas las expectativas, con baterías que ya han superado su vida útil teórica. Mars Odyssey, que llegó al planeta en 2001, depende de reservas de propelente muy limitadas para mantener su órbita estable. A ellos se suman los europeos Mars Express y ExoMars TGO, además de las misiones Hope de los Emiratos Árabes Unidos y Tianwen-1 de China. Aunque todas aportan capacidades, ninguna puede reemplazar por completo el rol dual de MAVEN: ciencia atmosférica avanzada y retransmisión de datos.
Desde hace años, distintos paneles de evaluación de la NASA vienen advirtiendo la necesidad de desarrollar un nuevo orbitador de telecomunicaciones para sostener las operaciones en Marte durante la próxima década. El incidente actual refuerza esa urgencia.
Las hipótesis preliminares incluyen un problema de orientación que impide que la antena apunte hacia la Tierra, la activación de un modo seguro no declarado o la interferencia de fenómenos externos como una tormenta solar. Sin embargo, sin datos directos, ningún escenario puede confirmarse. MAVEN ya enfrentó dificultades en 2022, cuando fallaron sus Unidades de Medición Inercial. En aquella ocasión, los ingenieros lograron mantenerla operativa mediante algoritmos alternativos de control de actitud, pero la nave quedó más vulnerable. Este historial hace temer que el nuevo episodio pueda ser más severo.
Más allá de su valor operativo, MAVEN ha sido fundamental para comprender cómo Marte perdió gran parte de su atmósfera. Sus mediciones demostraron que el viento solar fue despojando paulatinamente al planeta de los gases que alguna vez permitieron un entorno más templado y posiblemente habitable. Gracias al orbitador se identificaron procesos clave: la fuga de plasma, la dinámica de la atmósfera superior, la forma de la cola magnética marciana y fenómenos inesperados como la aurora de protones.
Incluso recientemente, la misión aportó hallazgos extraordinarios, como la detección del objeto interestelar 3I/ATLAS, un visitante procedente de fuera del Sistema Solar cuya observación desde la órbita marciana ofreció datos únicos.
El silencio de MAVEN interrumpe un flujo científico de enorme valor, pero también complica la planificación de misiones venideras, especialmente las relacionadas con el retorno de muestras marcianas. La comunidad científica mira con preocupación este episodio, consciente de que la robustez de la infraestructura orbital es tan decisiva como los propios rovers.
Por ahora, la NASA continúa intentando reactivar la comunicación. Cada hora sin contacto representa incertidumbre, pero también una oportunidad para demostrar, una vez más, la resiliencia técnica que ha permitido a la humanidad mantener una presencia sostenida en Marte durante más de dos décadas.