«Las soluciones tecnológicas son seductoras porque reducen problemas sociales complejos a simples cuestiones técnicas: fáciles de resolver, baratas de implementar y sin necesidad de consideración moral.»
Meta dice que quiere construir una superinteligencia para mejorar radicalmente la vida de las personas.
La propuesta parece irreprochable: inteligencia artificial para todos. Y no sólo para mejorar en el trabajo, sino para una vida mejor. Inteligencia artificial con sesgo social.
Una IA que no sólo nos asista, sino que nos entienda. Que nos ayude a resolver problemas personales y globales. Que esté disponible en múltiples formas: texto, voz, video, realidad aumentada, realidad virtual.
Lo dijo Mark Zuckerberg, con un estilo incluso esperanzador; ese estilo que usa quien sabe que está marcando el paso.
Lo dijo con la confianza de quien sabe que está invirtiendo cantidades de recursos que pocas empresas pueden destinar para lograrlo.
Y sin embargo, algo no encaja del todo.
¿Por qué una empresa que ha sido acusada de explotar datos personales y de manipulación electoral sería, de pronto, la vanguardia social de una tecnología aún más poderosa que las anteriores?